LÍMITES

Límites. Hemos escuchado tanto esa palabra que ya hasta en automático imaginamos las marcas: ¡Alto! ¡No pasar! ¡Zona de riesgo! ¡Peligro!

Atender esos avisos nos hace sentir seguridad en nuestra integridad física. Entonces, ¿por qué desatendemos nuestra integridad emocional y no aprendemos a poner límites? Porque no es solo colocar el aviso y ya, sino estar manteniéndolo constantemente.

En primer lugar, detectar qué situación o qué persona me hace sentir incómoda y poner un alto, incluir en nuestro vocabulario la palabra NO.

Algunas veces las frases que traemos grabadas mentalmente, no nos permiten usar esa palabra, frases como: “hay que ayudar a los demás” “no hay que ser egoístas” y algunas otras. Estoy de acuerdo con esas frases, lo que habría que agregar es “respetando límites”.

Los límites no son para los demás, son para quien los pone, porque cada persona sabe hasta donde se siente cómoda. Cuando ya siente incomodidad es momento de marcar el límite.